Los primeros en comprender las bondades del agua fueron los griegos aunque quienes pusieron en práctica esos beneficios fueron los romanos que introdujeron el baño como práctica cotidiana. Así nacieron numerosas termas en cualquier parte del Imperio que proporcionaban bienestar entre mármoles y mosaicos. El agua se convirtió en sinónimo de salud y se idearon las más distintas prácticas de uso para ofrecer beneficios directos, desde la talasoterapia a la alternancia de agua caliente y fría. No sería hasta mediados del siglo XX cuando se empezaron a comercializar las bañeras de hidromasaje fruto del conocimiento de las ventajas de los tratamientos de hidroterapia que se daban en hospitales para tratar enfermedades como artritis reumatoide.

Desde esa fecha la evolución ha sido constante, desde aquella con un único chorro hasta modelos de más de cuarenta chorros en una misma bañera, sistemas de iluminación LED integrados, potentes sistemas de filtrado... Multitud de modelos y variantes que sólo tienen en común con los griegos y romanos una cosa, que comprenden el agua como fuente de bienes y salud.